En nuestras sociedades – tan complejas y contradictorias -, la cantidad de alimentos que consumen las poblaciones es un campo de debate internacional. Las dificultades en el acceso a los nutrientes esenciales es un problema en la historia de la humanidad y hay mucha literatura al respecto sobre las hambrunas. Basta observar sólo algunas décadas atrás, la situación nutricional de algunas naciones o las desigualdades en el acceso a alimentos, que persisten en algunas de ellas.
En cuanto a la calidad de lo que se consume, se han hecho esfuerzos para que se llegue a un mayor conocimiento ciudadano a la hora de la elección de los mismos y evitar ciertas enfermedades crónicas prevalentes. Pero, ¿es suficiente a la hora de elegir y reconocer la composición de los alimentos , saber si tiene exceso de grasas, azucares y sal?
Es fundamental y a la vez insuficiente.
Las lecturas del etiquetado debe realizarse en profundidad y la composición de lo que comemos en alimentos frescos también resulta importante.
En esta primera instancia, abordaremos en forma de una aproximación sencilla, uno de los componentes químicos que tienen gran importancia no solo en la calidad de los alimentos, sino en la prevención de enfermedades crónicas. Ello desde un enfoque preventivo y para actuar oportunamente, una vez diagnosticado algún trastorno.
Estas sustancias, además de reducir el valor biológico de los alimentos, inciden en la seguridad de los mismos.
En Toxicología se llaman CONTAMINANTES DE PROCESADO. Es decir, no están intrínsecamente en los mismos en estado natural, pero si se hacen presentes en relación a su procesamiento tecnológico o al método de cocción empleado. Por ejemplo, las altas temperaturas para la preparación, las frituras y los tostados, en relación con los componentes de los alimentos. Estos tóxicos, en altos niveles de exposición causan daño en el sistema nervioso central y se han clasificado como “probables carcinógenos para humanos», por la Agencia Internacional del Cáncer y de la Unión Europea. Uno de ellos, se le conoce como ACRILAMIDA, sustancia relacionada con el humo del tabaco, entre otras fuentes.
Pero en el año 2002, la Administración Nacional de Alimentos de Suecia, anunció que la acrilamida se encuentra presente y se forma en muchos tipos de alimentos procesados a altas temperaturas. A partir de allí se comienza a investigar los efectos tóxicos derivados de la ingesta continua de la misma.
Algunos Efectos Toxicológicos a Dosis repetidas de la acrilamida:
Daño en nervios periféricos a dosis elevadas, atrofia testicular, afección de la fertilidad incluyendo alteraciones del desarrollo fetal.
Varios tipos de tumores, incluidos los de glándulas tiroides por ejemplo.
Además es un GENOTÓXICO, es decir con potencialidad de heredar el daño a las siguientes generaciones.
Se forma en alimentos ricos en carbohidratos, almidones y pobres en proteínas, que se cocinan a temperaturas mayores de 120 grados y la cantidad de azúcares reductores de los mismos, dándose su formación fundamentalmente en la superficie del alimento. Por ejemplo: papas, pan, cereales, alimentos con harinas.
Por tal motivo, hay formas de cocción que se promueven y otras que se desaconsejan como el gratinado, tostado, etc.
Hay también una posibilidad de ingreso de esta sustancia por exposición laboral.
Últimamente se la relaciona con la epidemia de obesidad y también en la génesis de la resistencia a la insulina.
En el 2015 la AECOSAN elaboró recomendaciones para el cocinado para reducir la ACRILAMIDA y éstas se actualizaron en el 2018 por el Informe del Comité científico de esta Agencia.
Por ello es importante actuar en educación para la salud alimentaria y capacitar a quienes producen y elaboran alimentos a nivel doméstico, comunitario e industrial.
Conocer los avances científicos implica un tiempo para la comprensión cabal y no meramente información digerida, que se repite sin mayor conocimiento.
Muy bueno! gracias por la información
Buen artículo, tenemos que informarnos más!
Estimada Doctora: Junto con saludarla, deseo expresar mi plena coincidencia con su planteo.
Aquí en Chile, se ha dado un paso importante con los sellos y hubo cierta resistencia desde algunas industrias , pero finalmente y a pesar de los intentos de boicot , los sellos se han impuesto y los estudios parecen demostrar una aceptación paulatina por parte de la población. Si bien hay que analizar la oferta de productos sanos en los barrios más humildes o la gente compra alimentos con sellos por el precio o por falta de alternativas.
A pesar de ello, mucho se debe avanzar. En otros países, que van a tomar esta iniciativa, se agregarían para advertir si lo que se consumirá ha sido producido o no con transgénicos (organismos genéticamente modificados), como en Uruguay.
Por otra parte, el etiquetado en las aguas en Chile es totalmente insuficiente no establece la presencia de elementos nocivos para la salud, basta con comparar con el etiquetado de aguas de países europeos.
Por ejemplo un estudio divulgado en Chile en 2018 muestra que tres marcas de agua envasada contienen altos niveles de arsénico. ¿Se tomaron medidas correctivas?
¿La autoridad sanitaria no lo sabía? ¿Se miden las consecuencias del consumo a largo plazo?
Además, en este país no se cumplen con los criterios internacionales sobre presencia de sustancias contaminantes en el agua, siendo un país de la OCDE.
Imagino que Ud. aplica estos conocimientos en la atención clínica y espero que muchos médicos actúen de esa forma integral.