Atención en salud integral de adolescentes: Desafíos para las familias y los servicios de salud

Nuestra experiencia clínica nos ha aportado en la comprensión de una situación que afecta a muchas y muchos adolescentes. Nunca un problema es meramente físico o psíquico. Una cefalea prolongada, por ejemplo, puede afectar el rendimiento escolar, el estado de ánimo, las relaciones con las personas cercanas. Y a su vez, esto puede incentivar el malestar por el cual se ha consultado.

Es necesario realizar estudios para conocer el origen de la cefalea, pero también es importante el proceso de salud, el peregrinaje por distintos profesionales, los gastos asociados a los estudios de diagnóstico y los permisos laborales para acompañar al adolescente.

Muchas veces, los centros de salud y los profesionales se centran en solucionar el motivo de la consulta, pero olvidan el esfuerzo y el tiempo que implica para las familias y el propio consultante llegar a una solución eficaz y eficiente.

“Doctora, ¿es este profesional el más indicado para atender a mi hijo?”

“¿Otra vez tengo que pedir permiso administrativo para acompañarle a la consulta?”

“¿Cómo accedo a un neurólogo rápido con esta lista de espera?”

Quienes trabajamos en salud tenemos que brindar una solución integral y no meramente entender la integralidad por haber realizado una serie de preguntas abarcativas de lo bio-psico-social. Olvidar las dimensiones del cuidado cotidiano, culpabilizar sutilmente a las adolescentes y a sus padres, sólo conduce al fracaso terapéutico.

La ética profesional no se reduce tan solo al área clínica, si bien allí radica gran parte de nuestra tarea. La ética también implica la dimensión cultural y un actuar interdisciplinario.

Ante cualquier consulta por un malestar en la esfera psíquica o física de sus hijos, los padres se muestran preocupados por su salud y se ven expuestos a consejos de distintos especialistas.