En los últimos meses hemos dedicado un tiempo considerable al análisis de lo que se denomina el clima laboral en los espacios de salud y su repercusión en las personas que consultan.
En determinados espacios de atención de la salud privada, venimos asistiendo a un verdadero cambio climático y ello dado que existen variables – predecibles y por lo tanto prevenibles y mitigable en sus efectos – que afectan las relaciones entre profesionales, entre los equipos directivos y el personal administrativo y entre médicos y pacientes.
Sin embargo, como sucede con el cambio climático que está en portada de todos los diarios, la actitud de algunos equipos directivos, es de negación del fenómeno: se trata de evitar cualquier disidencia, o cambio en las relaciones para mantener un clima laboral (supuestamente) armónico.
Una de las falacias más importantes es la denominada Argumentum ad Crumenam, que sostiene que el dinero lo justifica todo, y que aquello que genera ganancias, es de por sí bueno.
En base a ello, las relaciones humanas entre profesionales, y de éstos con los pacientes, así como de los propios pacientes al elegir un centro de atención y a un profesional, estará basado en un supuesto prestigio.
Una estrategia de marketing, que se basa en esta falacia, es la que coloca enormes infografías con personas de origen caucásico para demostrar que es un centro exclusivo, cuando la mayoría de la población que allí se atiende no posee esos rasgos de dichas imágenes.
O que premia a los profesionales de la salud que logran una mayor productividad, aún a costa de la calidad de atención de los pacientes. O por colocar otro ejemplo, que considera que los profesionales que cobran una consulta más cara, se encuentran más capacitados y son mejores en su desempeño.
Asistimos a su vez, a la irrupción de ciertas tecnologías que podrían ayudar (pero no sustituir) el vínculo entre personas.
En ocasiones, que aparentan mejorar la calidad de atención, pero que inhiben cada vez más el diálogo y la orientación necesaria previa a una consulta: he visualizado las elecciones equivocadas ante un totem de pacientes, que no logran discernir a quien consultar, pues les falta información básica, pero el centro quiere demostrar eficiencia, tecnología, comodidad.
Se basa en otra falacia: Argumentum ad Novitatem. Lo novedoso es bueno de por sí.
El esquema reduccionista en el cual un ciudadano o ciudadana se transforma en un usuario o cliente, es un proceso de despersonalización que ha sido estudiado por disciplinas como la sociología de la salud, la antropología médica, los estudios de género.
Las políticas empresariales en salud que sólo focalizan en ganancias financieras, siendo entonces las relaciones humanas tan solo una estrategia de marketing podrán ser exitosas a corto plazo, pero a nuestro entender, están destinadas a un doble fracaso.
El primer fracaso es que desde esta modalidad no mejora la salud real de la población que allí se atiende. ¿Hay algún estudio que demuestre lo contrario?
El segundo fracaso es que el modelo de negocios cortoplacista y eficientista, termina saturando a los “clientes” y llegan las pérdidas.
El deterioro en las relaciones laborales en el campo de la salud, afecta a quienes allí trabajan, por el simple hecho que son conscientes que no están sanando a las personas.
Pero también termina impactando a corto o mediano plazo la salud de los “pacientes”, muchas veces víctimas de estrategias de captación de recursos mediante publicidad engañosa, muestras médicas.
En vez de tener un clima de competencias profesionales integradas, se termina generando una competitividad desleal entre colegas. Y quienes consultan, en muchas ocasiones, lo perciben.
Pero quizás lo más alevoso que hemos observado junto a otras mujeres profesionales, son las estrategias de marketing hacia el público interno, que se aprovecha de contextos sociales: convencer, para dar un simple ejemplo, que en una empresa de salud se respetan los derechos de las mujeres que allí laboran, cuando sus derechos laborales son arrasados.Por esta razón, creemos que es imprescindible que diferentes actores sociales se pronuncien, estudiando previamente lo que afecta tanto a quienes trabajan en espacios tóxicos, hasta quienes buscan atención, escucha y una solución a un problema de salud.